15-16 karts en grilla de partida. La única persona en la tribuna además de quien suscribe, una mujer joven, sufriendo el frió tanto o más que yo. Nos miramos y el gesto fue calcado: las cejas levantadas y las manos hacia sus costados, justificando la presencia y, a la vez, confirmando que nos sería imposible estar en otro lugar mientras se desarrollaba esa carrera. El kart que partía primero tiene problemas en la vuelta previa. Se para, negándose a arrancar de nuevo. Los intentos se suceden cada vez con más velocidad y nerviosismo, pero el motor no responde a los estímulos. El resto ya va llegando al sector de partida. Se larga la prueba, y al mismo tiempo el kart enmudecido da señales de vida. Arranca, y el piloto sale vertiginosamente, creyendo que se podía revertir la situación. Desde esa grada solitaria parecía que eso no era posible, pro a fuerza de rendimiento y manejo el avezado conductor alcanzó primero a sus rivales, para después ir superándolos uno a uno, sin apurarse, con aplomo y vehemencia a la vez, aprovechando cada centímetro de la pista y de su máquina, sin el más mínimo error o exceso a pesar de haber tenido que asimilar una gran desazón. La chica en la tribuna se emocionaba con cada sobrepaso, hasta que comenzó a exteriorizar su felicidad a puro grito y aliento, contagiándome ese sentimiento a mi. Leandro Héctor Fernández ganó la carrera, la mejor de su campaña de campeón 2002 de la Comer y, seguramente, de su vida. Sin demasiados testigos, sin la parafernalia del Panamericano, sin los fotógrafos ni la televisión, sin muchos aplausos. No salió en las revistas semanales, ni se habló de él en la radio. No se llevó más que el premio que entregaba su categoría, la “telonera” del gran “circo”. Pero, para quienes lo vieron, dio clase de entrega, corazón y manejo, cosas que en el Panamericano no abundaron.
El canje del café caliente por la carrera que faltaba desarrollarse en pista fue uno de mis mejores negocios. Hacía frío, si. No me hizo bien, obvio. Al día siguiente no pude concurrir a cubrir la jornada final del evento, con las lógicas consecuencias que eso me trajo. Poco me importó todo. En definitiva, lo mejor del fin de semana lo había visto. Y con eso tenía suficiente para contar.


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