Había vuelto en 1995, con una expectativa enorme. En aquella edición, los sonidos del V12 de Ferrari quedaron varios días retumbando en los oídos de la afición argentina, que había colmado las gradas del autódromo “Oscar Gálvez” de la ciudad de Buenos Aires para vivir el retorno más esperado. Y, como si fuera poco, la presencia de Carlos Alberto Reutemann sobre un auto de la casa de Maranello, en una exhibición que significó mucho mas que eso, había sido la “frutilla del postre” para que la vuelta sea soñada. Argentina volvía a ser territorio de Fórmula 1, como tantas otras veces en la historia de la “máxima”. Sin el calor agobiante de aquellas jornadas de enero de la década del ’70, pero con la pasión intacta, aún sin tener algún piloto del país en la grilla. El ritual se repitió en 1996 y 1997, con lleno total y buenas carreras en el intrincado circuito número 6 de un autódromo que volvía ser un orgullo por su estado y por recibir tanto la F1 como el Mundial de Motos, dos fechas internacionales del más alto nivel.
En 1998, otra vez la visita era con “yapa”: El promisorio Esteban Tuero corría con un Minardi, en su primer año en F1. Empero, la por aquel tiempo naciente crisis del país motivó que la venta de tickets no sea la esperada, y todos quienes estuvieron allí vivieron, sin saberlo, la última visita de la especialidad al país hasta el día de hoy, y tal vez la última de las últimas…
Durante el desarrollo del certamen 98, la fecha en Argentina navegaba en un mar de dudas, y estas se transformaron en cancelación definitiva ante la deserción de Tuero de su butaca y la imposibilidad de Norberto Fontana de asegurarse una plaza. Sin pilotos, y ante el antecedente cercano de la merma de público, la seguidilla de GP’s llegó a su fin.
Quienes disfrutaron de esa visita póstuma pudieron ver a Michael Schumacher ganador con Ferrari, a quien en definitiva sería campeón de ese año, Mika Hakkinen, escolta sobre el McLaren, y a la otra Ferrari, guiada por Eddie Irvine, llegando tercera. Tuero penó con una goma rota, y luego se despistó y golpeó fuerte en la curva 1. El campeón vigente, Jacques Villeneuve, lejos estuvo de la lucha por la victoria con un Williams que ya no era el mismo del 97. Otro de los que habían sabido vencer en Bs As, Damon Hill, culminaba 8º con un Jordan. Jean Alesi colocaba al mejor Sauber, 5º, y Alexander Wurz era 4º con el más encumbrado Benetton.
Desde allí, lo más cerca que tenemos a la F1 es cuando una petrolera trae un auto para girar, en ocasión de los “200 Km” de TC2000. Poco, muy poco para un país con tradición automovilística y paladar negro en cuanto a este deporte, y que supo darse a conocer por las epopeyas de Fangio, Froilán y Reutemann, solo por nombrar los más encumbrados. Hoy, pensar en un GP en el “Gálvez” es utópico por el estado del asfalto e instalaciones. Y ni hablar de tener un piloto en la categoría, ya que todas las ilusiones se apagan indefectiblemente. No caben dudas que en el país hay cosas que revisten más urgencia y atención que una carrera de autos. Pero no se solucionan esos temas, y por ende cada vez más lejos está el resto. Por eso es triste, muy triste, recordar que hace 10 años fue la última visita. Porque eso nos da la pauta clara que vivíamos otra realidad, muy diferente a la actual. Y de vez en cuando, al recordar el estruendo de una largada de F1, se pianta algún lagrimón y buscamos matar la angustia viendo alguna de las buenas categorías del ámbito zonal o nacional de nuestro país, y vamos al autódromo. Claro que, hoy día, es mas fácil encontrarse con festivales de música electrónica o algún recital de rock que con una carrera. Triste, muy triste
lunes, 20 de abril de 2009
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