lunes, 13 de abril de 2009

La triste despedida del más grande

Nacido el 14 de Febrero de 1916 en Capital Federal, tal vez podría decirse que el día de los enamorados fue instaurado merced a Juan Gálvez, un romántico de los caminos, la velocidad, el trabajo en el taller y la constante búsqueda de más. Debutó en Turismo Carretera en las Mil Millas de Diciembre de 1941, y la gloria tardó en llegar en lo que a títulos se refiere: recién en el ’49 Juan se alzó con su primer campeonato. Eso sí, a partir de ahí se convirtió en el parámetro absoluto e indiscutido de la categoría, llevándose las coronas del 50, 51, 52, 55, 56, 57, 58 y 60, todas con Ford. 9 campeonatos parecían más que suficiente cifra, pero Gálvez quería más, y una férrea oposición de nuevos y encumbrados rivales, los hermanos Emiliozzi, habían renovado motivaciones. Tanto el como su hermano Oscar, “Rey” de los años 47, 48, 53, 54 y 61, veían amenazada su hegemonía en 1962, y en definitiva era Dante Emiliozzi el monarca de ese ejercicio, interrumpiendo la racha de los Gálvez, quienes se habían impuesto en 14 de 15 certamenes...El desafío estaba planteado
En 1963, las diez victorias de los Emiliozzi los consolidaban como los “dueños” del TC. Llegó la carrera de Olavarría, donde Dante y Torcuato hacían las veces de local, y Juan fue a ganarles a pesar de los consejos de Oscar, que veía a la misión como muy difícil. Gálvez estaba delante de Emiliozzi, cumpliendo su objetivo, pero en el Camino de los Chilenos la caja de velocidades de su Ford falló, impidiéndole colocar la primera marcha. El auto siguió de largo, volcó, y Juan fue despedido del auto, sufriendo lesiones que le ocasionaron la muerte. La negativa de utilizar cinturones de seguridad por miedo al fuego, trampa que había atrapado a algunos pilotos de la época, terminó motivando el deceso de Gálvez. Su acompañante, Raúl Cottet, salió ileso del accidente…El máximo ídolo del TC decía adiós como quizá lo hubiese elegido: corriendo, ganando, cumpliendo su meta.
Un año después, en 1964, Oscar dijo basta. Se despidió en Junín, luego de participar a bordo de un Falcon, modelo que había debutado pocas semanas antes. Los aires estaban cambiando en el TC. Si bien los Emiliozzi lograban ese año su tercer título consecutivo, la irrupción del Falcon, el Chevitú y otros autos de nueva generación proponían una transición que se confirmó recién en 1967, después del cuarto hito de los olavarrienses y la conquista de Juan Manuel Bordeu con “La Coloradita”, esta última de vital importancia para Chevrolet, que no campeonaba desde 1941 con Juan Manuel Fangio
El TC siguió su marcha. Generó nuevos ídolos, hizo vibrar al país con sus carreras, tuvo infinidad de transiciones hasta encontrar su identidad definitiva. Sin embargo, la posición de Juan Gálvez como el máximo referente de la historia del TC jamás cambió. Y no solo por sus 9 coronas y 56 victorias, sino por el respeto, la hombría de bien y el espíritu de trabajo y lucha que siempre lo caracterizaron. Juan es dueño de la estadística, y también de valores que luego de su muerte no eran sencillos de hallar en un autódromo o ruta. Hace 45 años, su vida se apagó. Su legado y recuerdo, contrariamente, cada vez brillan más en la larga y rica historia del Turismo Carretera

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