lunes, 6 de abril de 2009

El auto fantástico

1971. El TC desarrolla un gran campeonato, con título para Luis Rubén Di Palma y el Torino “by” Berta. La categoría está poblada de los nuevos modelos de cada terminal automotriz: Falcon, Chevy, Dodge Coronado y Torino, con presencia de algún Chevrolet 400 y Valiant. Llega al país un nuevo modelo del óvalo, el Fairlane, bautizado así en honor a una casa de campo que Henryy Ford tenía y donde pasaba gran parte de sus días. No estaba apuntado a la competición, sino todo lo contrario: sus líneas señoriales, detalles de lujo, confortabilidad y equipamiento lo convertían en una unidad destinada a la elite social, que no tardó en adoptarlo. Sin embargo, Heriberto Pronello vió en el nuevo diseño un potencial auto de carrera. El diseñador, por aquellos días puntal en innovación y atrevimiento en cuanto a sus creaciones, comenzó a trabajar en un casco Fairlane para insertarlo en el Turismo Carretera. Pronello confiaba ciegamente en las posiilidades del auto, y su análisis era simple, conciso: El buen motor de 221 pulgadas “empujaría” mucho más colocado en una carocería de mejor coeficiente aerodinámico que la del Falcon. Y si el “clásico argentino” ya era competitivo, la expectativa sobre la novel unidad no podía ser menos que muy buena. En Ford coincidieron con el preparador en su teoría, pero la misma no iba de la mano de los intereses comerciales de la firma, que prefería al Fairlane como distintivo de la clase alta y al Falcon como ícono deportivo. Así, el proyecto de Pronello quedó en el olvido por un largo tiempo.
En 1987, Norberto Bressano encaró junto a un grupo de gente de Chivilcoy, ciudad que por entonces tenía muchos representantes en el TC, la construcción de un Fairlane. El debut fue en 1988, año en el que la especilidad se refugió en autódromos luego de la tragedia en la segunda fecha, en Necochea. Bressano no obtuvo resultados relevantes, pero en Las Flores la butaca fue confiada a Esteban Fernandino, uno de los “top” de la época. El “Chango” no defraudó y mostró las bondades del auto arribando 4º, primer resultado relevante del Fairlane en la historia de la categoría. Esta performance hizo abrir los ojos a varios pilotos, y fue Oscar Angeletti, campeón 1986 y subcampeón en el 88 con Dodge, quien apostó al Fairlane para 1989. El oriundo de Burzaco empezó el nuevo año con su GTX, y en la tercera fecha, en Balcarce, presentó a “Jumbo I”, tal el apodo del flamante auto. El debut en la “Barrosa” fue auspicioso, y posteriormente en Buenos Aires (en esa temporada se repitieron como nunca las fechas en el “Oscar Gálvez”) la dupla Angeletti-Fairlane comenzó a dar sus frutos y a hacer historia. Ese pimer triunfo en el “12” porteño no fue fácil. Carlos Saiz marcó su única pole position en TC, con Angeletti fuera del circuito por estar casándose ese día. “Pupi” participó solo de la tanda inicial, y eso le valió correr la segunda serie con Eduardo Ramos. Punteó todo el parcial, pero el de Mechongué lo superó en la última curva antes del banderazo. Secuelas de la fiesta por su matrimonio, quizá…No obstante, en la final fue implacable, sin oro auto que le opusiera resistencia. Posteriormente, el Jumbo venció e Junín, 9 de Julio y Tandil, siendo este último el póstumo del modelo y el más espectacular: en tres ruedas, Angeletti le ganó a Oscar Castellano la carrera, aunque “Pincho” fue campeón. El título se le escapó sólo por mala fortuna, evidenciada en Balcarce y Morón. En el primero, se salió una rueda cuando lideraba con holgura; en tanto que en la Base Aérea se tocó con Eduardo Marcos y quedó relegado cuando era candidatazo. Tandil fue la despedida de Angeleti del “avión”. El auto dejó su huella imborrable en la faz deportiva aunque su mayor legado fue en la parte técnica: su altura, modo de frenar y traccionar, virtudes logradas por la dupla Benavidez-Herceg, abrieron los ojos de una categoría que aún seguía priorizando el motor por sobre el resto del auto. Para 1990, el modelo fue restringido reglamentariamente, por lo que Angeletti se subió a un Falcon con el que sólo pudo correr en Santa Teresita, donde sufrió el grave accidente que lo alejó definitivamente de las pistas. El Fairlane lo corrió Eduardo Blaquier, proveniente del Club Argentino de Pilotos, sin parciales de importancia. En TC se prohibió definitivamente años más tarde, y sus últimos antecedentes son de TC Pista, siempre mostrando las bondades que lo esgrimieron como el mejor auto para la categoría. Ahora, con el TC Pista plagado de autos “prototipos”, ya no tiene lugar. Contrariamente, en la historia tiene uno de privilegio, irrepetible, como debe ser con las cosas que marcan una era.


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