No pudo ser campeón con Chevrolet. Se inmoló en su lucha por darle a la marca de sus amores un título, como también a su amigo Jorge Pedersoli y a los chicos del taller, que eran además hinchas suyos. Roberto José Mouras deseaba alcanzar el 1 con Chevy. Se le había escapado en 1976, año en el que estableció el récord insuperable de 6 victorias consecutivas, también en 1990 a pesar de sus cuatro triunfos, misma cantidad que la lograda por Emilio Satriano, a la postre campeón y encargado de devolverle la gloria a la parcialidad “chiva” luego de aquel mini certamen de 1979, ganado por Francisco Espinosa y del que nadie se acordaba (ni se acuerda). El de Carlos Casares no se resignaba a pensar que la epopeya con Chevrolet no era para el. Sin embargo el destino, ácido, le daba constantes muestras de que lo suyo iba por otro lado. Por eso quizá la desazón del 76, y luego la del ’90. Y de ahí que la época de gloria máxima haya llegado a través de Dodge, marca con la que logró los títulos del 83, 84 y 85. Empero, en San Lorenzo 85 Mouras y Chevrolet se reencontraron, para volver definitivamente en el 86 en Olavarría, cuando la dupla generó un nuevo halago.
Venció en visitas de riesgo, como Rafaela 87 y Potrero de los Funes del mismo año. Fue el mejor Chevy en el 88, pero el accidente de Edgardo Caparrós en Necochea terminó con una serie de pruebas en autódromos que fortalecieron el andar de Oscar Castellano, campeón a la postre hilvanando su segunda conquista con Dodge. Penó con el reglamento “pro-Ford” en el 89, arañó el objetivo en el 90, pero la suerte parecía serle esquiva sobre la cupé GM. En 1992 era nuevamente candidato a la corona. Había obtenido un triunfazo con su sello aguerrido en Buenos Aires, lo que fortaleció su postura. La cita, anteúltima del ejercicio, era en Lobos. Debía descontarle puntos a Juan Manuel Landa y Oscar Aventín para llegar a la última fecha con chances. Roberto venía primero, el Chevy literalmente volaba, José María Romero lo seguía y apuraba. 12.35 hs, ruta 205, vuelta 10. Un tensor dijeron algunos, un neumático otros, exceso de bloqueo también se escuchó. El Chevy número 9 se descontroló, impactando de lleno contra un talud. El “Toro”, el gladiador, el que jamás se rendía, perdía la vida. Se fue ganando, con una marca de 50 victorias que difícilmente sea superada en esta era de reglamentos cambiantes y penalizaciones.
El TC debió, forzosamente, cerrar una era. La era de Roberto Mouras. Solo los muy grandes generan y marca épocas, y todos ellos son resistentes al olvido. Y, de vez en cuando, al recordarlos, se toma real dimensión de lo que hicieron y cuánto se los extraña.
Roberto José Mouras y Amadeo González (copiloto), siempre en nuestros corazones.
lunes, 20 de abril de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario