1979. Días previos al GP de Canadá de Fórmula 1, última competencia de aquel certamen en el que se coronó el sudafricano Jody Scheckter. En esa carrera, Brabham estrenaba el efectivo motor Cosworth, que todos los equipos a excepción de Ferrari y Renault calzaban en sus monoplazas. El equipo de Bernie Ecclestone debió construir un nuevo auto, y fue Gordon Murray el encargado de dar a luz un monoplaza increíble en cuanto a diseño. El piloto número uno de la escuadra era Nicholas Andrea Lauda, Niki para todo el “circo”. Tres años habían pasado de su terrible accidente en Nurburgring, pero eso era tema del pasado. Siempre protagonista y respetado, el austríaco se dirigió el jueves a ver el novel bólido en los boxes canadienses. Su contrato era inmejorable en función de 1980, el Brabham parecía estar destinado al éxito (y así fue en 1980 y 81, de la mano de Nelson Piquet), y la expectativa de un nuevo comienzo siempre es bienvenida. Empero, Lauda no se sintió fascinado con el auto, ni tampoco le importaba mucho el futuro, algo que lo sorprendió a si mismo. Profesional, metódico, estudioso y competitivo como pocos en la historia, Niki presentía que se desinterés no era casual, sino causal.
Llegó el 28 de Setiembre, fecha del inicio de la actividad oficial. Lauda amaneció y se asomó por la ventana del hotel Bonaventura, cuya ventana mostró un día gris. Esa condición ya lo predispuso de mal modo. Llegó a los pits esperanzado en que la nueva herramienta ahora sí generara alguna arenga en su persona, pero nada de eso sucedió. Salió a pista, por primera vez acelerando un ocho cilindros luego de años administrando la potencia de los V12 de BRM, Alfa Romeo y Ferrari. El impulsor le causó una sensación rara, otra más. Las vibraciones y el ruido “ronco” del DFV. Luego de un par de giros, entró al garage y charló con Ecclestone: “Los 12 cilindros son irremplazables, esta sensación no tiene nada que ver con aquella, todo me parece más lento y aburrido”, le espetó al jefe de la escuadra. Bernie conocía bien a Lauda, y aquello llamó mucho su atención. “Ok Niki, sólo sube y hazte amigo del auto y el motor”, fue su intento de motivación para con su piloto. Niki salió de nuevo, y en su cabeza empezó a retumbar una frase lapidaria: “¿Que estoy haciendo acá?”. Era el principio del fin.
Entró de nuevo a los pits, e indicó que purguen los frenos. Cuando el trabajo estuvo realizado, volvió a salir. Y no tardó en ingresar de nuevo. Habló al oído de Ecclestone, y sus palabras fueron “NO VA MAS”. El pope de la escuadra británica lo percibía hacía días. Por eso comprendió enseguida, alentando al piloto que si eso era lo que sentía, su decisión era la de un grande. El ambicioso contrato se anuló de palabra, sin traba alguna. Lauda dejó casco y buzo tirado en el box, claro reflejo de lo que sentía. Fue a la oficina del director de la prueba y llamó a Marlene, su esposa. “Hola, a partir de ahora no gastaremos más jabón en polvo para lavar buzos antiflamas”. Su mujer se sintió aliviada. Rápidamente reservó un vuelo a Los Angeles para la noche, mientras Ecclestone acusaba dolores estomacales para protegerlo del asedio periodístico. Al día siguiente, la prensa se enteró de la noticia, ya sin Lauda en Montreal. Por la tarde, en el entrenamiento, subió al nuevo Brabham un tal Ricardo Zunino, argentino como Carlos Reutemann. Zunino había ido como invitado de la escuadra con la que pretendía competir algún día, y terminó pilotando el auto en los ensayos, sin conocer el mismo ni la pista. Para colmo, Ecclestone le dió la indumentaria de Lauda para la primera salida a pista. En definitiva, ese fue el primer retiro de Lauda, quien luego volvería para ser campeón sobre un McLaren-Porsche en 1984. Y la primera experiencia de Zunino en F1, a quien nadie conocía, y encima vistieron con la ropa de un grande, algo que generó algo de confusión en algunos pilotos que no sabían del retiro abrupto de su colega, como también de espectadores. Cuenta la leyenda que Alan Jones, piloto de un equipo que ya asustaba seguido, Williams, se bajó ofuscado porque supuestamente Lauda lo había tapado, y manifestó “Niki está conduciendo raro, realmente no se que le pasa”. Lauda ya estaba en Los Angeles, en paz. Zunino veía su sueño convertido en pesadilla, más allá del honroso 7º lugar que obtuvo en aquel traumático debut.
miércoles, 17 de junio de 2009
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