miércoles, 11 de marzo de 2009

Así en la tierra como en el cielo

Aunque el final de 1910 había logrado reunir una interesante cantidad de pilotos y vehículos en las carreras en nuestro país, el año 1911 sería bastante diferente ya que solamente se organizarían tres competencias, dos a cargo de la Sociedad Sportiva Argentina, en su campo de deportes de Palermo y la tercera, en el mes de Noviembre, bajo la organización del Automóvil Club Argentino
Sin embargo, el autonóvil se desarrollaba a pasos agigantados, iniciándose con Anasagasti la primera etapa de la industria automotriz argentina. El empuje del barón De Marchi hizo que la Sportiva estuviera presente en el automovilismo de 1911 con dos carreras. La primera de ellas se disputó en tres series que dividía a los automóviles participantes por su diámetro de cilindros y la potencia declarada en la documentación oficial del fabricante. En la primera prueba, el ganador fue don Florenciao Lezica Alvear que corrió con un Sizaire Naudin de 12 caballos seguido por Saulio Berra. En la segunda serie triunfó José Cristiani con un Dietrich; en tanto que la última fue para Alberto Moroni. Esta prueba se disputó el 2 de Julio, y 17 días después, el 19 del mismo mes, se corrió en el mismo escenario una nueva carrera aunque esta vez con solo dos categorías. Julián García con un Ford ganó la primera, escoltado por el Springles de Abel Poblet y el F.N 4 cilindros y 18 ha de León Genonceaux.
La tercera carrera del año tuvo como organizador al ACA, quien convocó a sus socios y a los aficionados en general a una prueba a disputarse sobre el Camino del Bajo que unía los poblados de la ribera del río y que había sido escenario, cinco años atrás, de la primera carrera oficialmente registrada en la Argentina. Del extenso camino entre la Recoltea y el Tigre se eligió un tramo de buen piso entre Olivos y San Isidro. Según Luis Dartiguelongue, se seleccionó el sector del camino que mayores velocidades permitiera desarrollar a los automóviles y que a la vez diera a los habitantes del lugar y a los espectadores una mejor posibilidad de vista de la competencia. La lista de anotados, sin embargo, no fue muy numerosa aunque si muy importante, entre otras cosas, porque un nombre resaltaba sobre todo el resto: Jorge Newbery. El hombre que había batido en el aire el récord de Legagneaux al llegar a los 6225 metros de altura en aeroplano, también estaba llamado a descollar sobre la tierra conduciendo automóviles de carrera. Es que Newbery, el gran aviador, el sportman total, el caballero, el ídolo, era el arquetipo del argentino de aquellos años y por ello uno de los nombres más atractivos para el público porteño. Donde Newbery iba a probar sus autos o a remontar sus aeroplanos allí estaba su público que lo seguía, lo vivaba y lo obligaba a lanzar esa extraordinaria sonrisa que lo distinguía. Newbery había estado en Europa en 1910, y de allí había traído novedades de todo tipo. Además de las últimas noticias técnicas sobre aviones, de las últimas modas deportivas, trajo para su uso personal un automóvil Brasier de carrera, similar al que había usado el francés Thery en el Circuito de las Ardenas unos años atrás. Con ese auto, Newbey descolló desde los primeros metros de carrera y estableció el mejor tiempo ganándole a su amigo y ocasional rival Ignacio Del Carril.
Aunque gran aficionado del automovilismo, la historia no registra ninguna otra participación de Newbery sobre cuatro ruedas. En sus restantes tres años de vida, el gran deportista volcaría toda su pasión por los aviones, actividad esta que lo llevaría a encontrar la muerte el 1º de Marzo de 1914 mientras preparaba la travesía de la Cordillera de los Andes. Sin embargo, y hasta aquel trágico día, Newbery continuó ligado al deporte de las cuatro ruedas desde su puesto en la Comisión de Automovilismo de la Sociedad Sportiva Argentina y en su relación con la Comisión Directiva del ACA, lugares desde donde se convirtió entonces en un verdadero hombre de consulta tanto para corredores como para mecánicos y organizadores. Sus tareas eran para el deporte, y en sus mañanas tomaba los exámenes de conducción en la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. Un grande que se lo conoce por sus vuelos heroicos, pero que también tuvio mucho que ver en los primeros pasos del automovilismo deportivo argentino aunque, curiosamente, haya corrido una soloa carrera.

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