Fueron 84 días de internación, en los que la mentalidad de Hang pasó de la decepción total al positivismo extremo. El piloto fue su mejor sicólogo, sustentado por sus ganas de recuperarse y el deseo de ver el ánimo de su familia cotizar en alza. Habían pasado tres meses de aquella jornada en Monza, y Hang se movía con muletas. Y a los 95 días, condujo un Fiat Uno en Italia.
En el hospital, un anciano le recomendó una ortopedia de Bologna, llamada RTM. Allí, el grupo de profesionales diseñaron las prótesis con las que Hang mejoraría notoriamente su calidad de vida, aunque también y sin saberlo dieron el primer paso para su retorno a la pista, ese que era impensado hacía pocas semanas. Algunas días después, ya en Argentina, Adrián probó un VW Gol de la monomarca santafesina y quedó a un segundo y medio del más veloz. La categoría elegida para la heroica vuelta ya estaba definida, sólo había que esperar a que la recuperación sea total.
En 1997 corrió su primera carrera oficial, en la Fórmula Gol. Y en la quinta disputa anual, en el autódromo de Buenos Aires, Hang libró su última batalla contr la adversidad, a la que ya tenía groggi pero ansiaba el gran golpe final: volver a ganar. Desde la pole position, Hang le ganó por más de dos segundos a Martín Arnoldt bajo una molesta llovizna que se mezcló en las mejillas de los presentes para disimular la emoción de aquella jornada. Un logro más allá de los deportivo. Un ejemplo de vida, de fuerza, de ganas de seguir. ¿Cómo siguió el año? Hang fue campeón. Y luego repitió en la competitiva Clase 2 del Turismo Nacional. Hoy, es animador en las difíciles TRV6 y Clase 3 del TN, con calma y alegría, disfrutando al máximo de lo que hace. Hang sabe que su lucha mas dura ya pasó, y ya la ganó. Todo lo demás, es objetivo alcanzable fácilmente.

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