14 de Abril de 1996. Adrián Hang, una de las jóvenes promesas del automovilismo de la década del 90, larga la final de la Super Fórmula Italiana en el autódromo de Monza. El santafesino buscaba hacer camino en europa apostando a concretar el gran sueño de todo piloto, la Fórmula 1 Internacional, y en pos de eso había elegido esa categoría, de buen parque automotor y competitiva. Mientras procuraba ascender en la fila, el italiano Antonio Speratti lo chocó de atrás. Su monoposto impactó violentamente contra el guard rail, y el primer dictamen de los médicos que llegaron a atenderlo no fue el mejor: amputación del pie derecho, que estaba destruído. El miembro fue guardado en una conservadora para intentar reimplantarlo, algo que resultó imposible por el daño que ostentaba, pero ahí no terminó todo. A los 13 días de estar internado, los especialistas debieron amputarle su pierna izquierda, cuya infección no podía combatirse y comprometía la vida del oriuno de Franck. Durante algunos días, su vida corrió severo peligro, además de no poder asumir lo que le estaba sucediendo y los intensos dolores en su cuerpo. “Enojado con el mundo”, como alguna vez el mismo declaró, Adrián tenía bronca, y sus días pasaban entre insultos a las enfermeras y otros, al aire, con un claro destinatario: Speratti. Y, cuando las lágrimas le ganaban el terreno a los improperios, un deseo, una plegaria: recuperarse, vivir, no sentir más dolor en su cupero y, principalmente, en su alma.
Fueron 84 días de internación, en los que la mentalidad de Hang pasó de la decepción total al positivismo extremo. El piloto fue su mejor sicólogo, sustentado por sus ganas de recuperarse y el deseo de ver el ánimo de su familia cotizar en alza. Habían pasado tres meses de aquella jornada en Monza, y Hang se movía con muletas. Y a los 95 días, condujo un Fiat Uno en Italia.
En el hospital, un anciano le recomendó una ortopedia de Bologna, llamada RTM. Allí, el grupo de profesionales diseñaron las prótesis con las que Hang mejoraría notoriamente su calidad de vida, aunque también y sin saberlo dieron el primer paso para su retorno a la pista, ese que era impensado hacía pocas semanas. Algunas días después, ya en Argentina, Adrián probó un VW Gol de la monomarca santafesina y quedó a un segundo y medio del más veloz. La categoría elegida para la heroica vuelta ya estaba definida, sólo había que esperar a que la recuperación sea total.
En 1997 corrió su primera carrera oficial, en la Fórmula Gol. Y en la quinta disputa anual, en el autódromo de Buenos Aires, Hang libró su última batalla contr la adversidad, a la que ya tenía groggi pero ansiaba el gran golpe final: volver a ganar. Desde la pole position, Hang le ganó por más de dos segundos a Martín Arnoldt bajo una molesta llovizna que se mezcló en las mejillas de los presentes para disimular la emoción de aquella jornada. Un logro más allá de los deportivo. Un ejemplo de vida, de fuerza, de ganas de seguir. ¿Cómo siguió el año? Hang fue campeón. Y luego repitió en la competitiva Clase 2 del Turismo Nacional. Hoy, es animador en las difíciles TRV6 y Clase 3 del TN, con calma y alegría, disfrutando al máximo de lo que hace. Hang sabe que su lucha mas dura ya pasó, y ya la ganó. Todo lo demás, es objetivo alcanzable fácilmente.
miércoles, 11 de marzo de 2009
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