Una mañana de 1897, el vapor Liberney desembarcó en el puerto de Buenos Aires. De bandera francesa, en el navío había un pasajero sin boleto, que había estado a escondidas durante todo el periplo: Antonio Ovides. Nacido en Zamora, España, el joven de 16 años buscaba “hacer la América” al igual que gran cantidad de inmigrantes, pero su caso era particular: solo, sin nada ni nadie, estaba en Buenos Aires a la deriva pero con claros objetivos.
Le gustaba el campo, así que no tardó en volver a emprender un viaje, aunque mucho más corto del que lo había depositado en Buenos Aires: de la Capital Federal emigró a Carmen, Santa Fe, donde comenzó a desempeñarse en un almacén trabajando en todo lo que tenía que ver con la parte agrícola. 11 años pasaron de su vida en aquella localidad, la que dejó para trasladarse a Rio IV, Córdoba, ya con 27 años y para conducir un taxi. El golpe de suerte estaba cerca de llegar…
Luego de 4 años como chofer, Ovides consiguió ser representante de la marca Studebaker, para lo cual montó una agencia de automóviles en Rio IV. Poco tiempo después, en 1916, con la premisa de popularizar la marca comenzó a participar de las carreras, y en su debut ganó en un circuito carretero alrededor de la ciudad. Repitió en Laboulaye batiendo a los mejores volantes de la época, y merced a esos logros se esgrimió como un gran velocista. En 1922, Ovides alcanza el punto máximo de su campaña: Gana el Gran Premio Argentino Morón-Rosario, y registra el récord sudamericano de velocidad en Rafaela, donde tambien se impone. Esas conquistas lo coronan Campeón Argentino, pero lejos de conformarse continúa su racha triunfal: gana en Villa María, Córdoba y Marcos Juárez y Río IV.
Tanto éxito le abre las puertas a diferentes marcas, y la balanza se inclina por Chevrolet, con la que debuta en el circuito La Tablada sumando un nuevo halago. Después de eso, en Sampacho, un grave accidente lo aleja de las carreras, abandonando definitivamente la actividad.
Así describía la revista “Ases y Motores” en 1963 la actividad de Ovides luego de su retiro: “Al abandonar las carreras, Ovides entró de lleno en la faz comercial y comenzó su trabajo en la agricultura y la ganadería, realizando muy buenos negocios e invirtiendo en propiedades en Rio Cuarto y otros lugares. A los 83 años, Don Antonio sigue manejando como siempre y quizá en algunos momentos, sus manos firmes se aferran al volante como en aquellos días de gloria deportiva. Como depostista y hombre de trabajo, Ovides nos da una demostración total de lo que valen la voluntad, la honestidad y la valentía en la lucha por la vida” Valores perdidos hoy día, valores en extincion, historia irrepetibles en este siglo XXI problemático y febril. Una historia ilusiones, tesón y sueños cumplidos.
miércoles, 11 de marzo de 2009
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