miércoles, 11 de marzo de 2009

Unico sobreviviente

La primera carrera de 1933 fue nada menos que el XVI Gran Premio Nacional del Automóvil Club Argentino. Pero además de ser la carrera inaugural de la temporada resultó la primera vez que la prueba más importante del año no recorrió caminos santafesinos o cordobeses, recorriendo los caminos hacia Bahía Blanca. Hasta ese año, el historial del GP mostraba que el camino Buenos Aires-Cordoba se había realizado en 1910, 14,24,25,26,27,28.29,30,31 y 32; en tanto que hacia Rosario se había corrido en el 16,21,22 y23. La decisión del ACA due tomada en virtud de la necesidad de abrir nuevos caminos al tránsito normal y marcar rumbos en la promoción de otras ciudades del interior que ya, a esta altura de la actividad, solicitaban que la carrera llegara hasta sus calles y plazas.
Fue así como la Comisión Directiva del ACA concretó la planificación del GP tomando el rumbo al sur de la provincia de Bs As, marcando Bahía Blanca como punto de llegada de la primera etapa e inicio de la segunda. La distancia estimada por el equipo que reveló el camino era de 1650 kilómetros que se debían repartir entre las dos etapas. Nuevo desafío para los “valientes” en caminos que desconocían y debían “conquistar” con sus máquinas.
La lluviosa noche del 12 de Febrero de 1933, mientras los pilotos ya estaban regresado hacia Buenos Aires cumpliendo la segunda etapa, se desató una tormenta fortísima, que convirtió los caminos en un verdadero lodazal. Los 28 pilotos que habían iniciado la prueba se encontraron con serias dificultades, y se empiezan a suceder los abandonos. En Maipú se registran 13 en carrera, en Dolores ya son once, y en Chascomús dos. Se decide extender el plazo para clasificarse, con la esperanza que al menos esos dos vehículos arriben a la meta.
A las 21.45 se distinguen a lo lejos dos haces de luz débiles, a la vez que puede escucharse levemente el ruido del motor, forzado por la constante patinada y búsqueda de la huella. A medida que se acercaba se fue divisando el vehículo, y por ende a su heroico tripulante: Roberto Lozano, un desconocido que probó suerte con su Ford A y mostró toda su aptitud para desempeñarse en el fangoso suelo. Lozano fue el único participante en terminar el recorrido, y obviamente se quedó con la victoria más cuirosa de la historia del automovilismo argentino.
Tardó 22 horas, 24 minutos y 11 segundos parta sortaer un camino imposible sin ayuda externa y a puro manejo. “Yo solo sabía que debía ir para adelante, tratando de no encajarme y sin forzar el motor en caso de hacerlo, acelerando suave para tratar de salir. Además, el auto en el barro fue fenomenal”, manifestó un sorprendido ganador al terminar la disputa, sin poder creer lo que había logrado y sin importarle el agua que aún caía del cielo en buena cantidad.
Así como un capítulo habla de la exclusión de todo un parque automotor por técnica, más precisamente en el TC2000 1989, este GP entregó una perla única e irrepetible: un solo arribo. Un podio sólo de uno. Un héroe que vale la pena recordar.

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