1994. El certamen de la Clase 2 del Turismo Nacional tenía un claro dominador, Rafael Verna. Tricampeón de la división, “Tabo” marchaba inexorablemente hacia la cuarta corona de la misma sobre el eficaz Ford Escort que alistaba Pascual Bonomo, casi imbatible para el resto. Mientras construía el “póker” de títulos, Verna comenzó a participar en la Clase 3, también con un Escort. El auto era de un equipo de Lincoln, regenteado por el escribano Hugo Cuervo, por lo que puede decirse que el piloto comenzó ese año el vínculo que mantiene por estos días con esa estructura, y que lo llevó a brillar en el Turismo Carretera. En la fecha de Río IV, Verna hizo podio en la “3” pero no la pasó bien: superó a su compañero de equipo, que peleaba el campeonato y le recriminó la acción en pleno festejo, discutiendo ambos acaloradamente. No era su mejor día, y lo confirmó cuando salió del autódromo del “Imperio” junto a Pascual: un accidente rutero provocó la muerte del preparador, en tanto que por sus lesiones debería alejarse un buen tiempo de las pistas. La concreción del cuarto campeonato pasó a ser algo casi imposible, impensado…
Ricardo Joseph y Roberto Patti, el primero con un VW Gol y el segundo sobre un Escort, eran los principales rivales de Verna en la tabla, aunque lejos. Claro que, ante la ausencia del líder, la luz se fue achicando. Mientras “Tabo” pugnaba por acelerar su recuperación, los rivales se acercaban peligrosamente. La fecha 12 se planteó en Buenos Aires, circuito 9. Un dibujo exigente y técnico, donde es necesario estar a pleno mental y físicamente para funcionar bien. O bien, sacar fuerzas de otra parte, de otra dimensión, divinas o como quiera cada uno llamarlas, para suplir lo que faltase. Y a esto último recurrió el tricampeón para poder ofrendarle al amigo eterno el cuarto campeonato.
Verna se presentó a correr en Buenos Aires. Aún sentido de las lesiones recibidas en el accidente, con una rodilla –la derecha- que acusaba recibo cada vez que salía a pista. Era ayudado a entrar y salir del Escort, y hoy a la distancia hasta parece ilógico que lo hayan dejado participar. Pero no caben dudas que todo el ambiente estaba de acuerdo con su retorno, con ese homenaje que Bonomo, un hombre de la categoría, merecía. Clasificó 2º, y ganó la serie más rápida. Largó adelante, y peleó palmo a palmo con Joseph, un trabajador que a pesar de nunca ser campeón siempre entregó todo en pista. El VW Gol desertó a poco del final, por lo que el camino de Verna hacia el deseado triunfo se allanó por completo. Y sin Joseph ni Patti en los puntos importantes, el Escort Blanco se aseguró la corona.
Las miles de personas presents en el autódromo aplaudieron a rabiar. Los mecánicos ayudaron a bajar al piloto y lo llevaron en andas al podio. El esfuerzo había sido extremo. La satisfacción, incalculable. Todos pensaban en ver a Verna de nuevo en pista en 1995. Su pelvis rota y esa rodilla que seguía molestando parecían demasiado para pensar en una recuperación de 60 días. Con lágrimas en lo ojos, en el momento del festejo y ante la requisitoria periodística fue claro: “No me importa el campeonato. Sólo quería homenajear al “Tio”(tal el apodo del fallecido). Patti se lamentaba por el motor que se había roto. Joseph, por ese semieje que lo marginó. Sin embargo, ambos sonreían. Si bien la chance de arrebatarle un campeonato al “Rey” absoluto de la división ya era imposible, cualquier cosa quedaba al margen ante tamaña demostración de amor por parte de Rafael Verna, que volvió para tributar a la persona que tanto le había dado en su ida deportiva. Y Pascual estuvo ahí. Literalmente.
miércoles, 11 de marzo de 2009
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