La idea, extraordinaria y original, tuvo tantos defensores como detractores. Por un lado se hablaba de unidad latinoamericana y del examen para hombres y máquinas, mientras que por otro se escuchaba que semejante periplo en auto era un disparate, más aún tratándose de una competencia. La cuestión es que el Automóvil Club Argentino oficializó la “Buenos Aires-Caracas” en 1948 con el aval de la gran mayoría de los corredores de aquellos años, quienes se mostraban más que entusiamados por semejante desafío. La ida, considerado el primer tramo, se pautó en catorce etapas que totalizaban 9575 kilómetros, iniciándose en Buenos Aires y pasando por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia y trminando en la capital de Venezuela. Esta etapa inicial tuvo en juego los premios General Manuel Belgrano y General Simón Bolívar, con 100000 pesos a repartir entre quienes arriben, cifra casi irrisoria teniendo en cuenta el costo que insumiría el trayecto a los participantes. En lo referente al retorno, la “Lima-Buenos Aires” planteó menos recorido y 25000 pesos de pemio, estando en juego la copa General San Martín. ¿Locura? Mucha. ¿Expectativa? Toda. ¿Desafío? Enorme. ¿Hazaña? La más grande de la historia del automovilismo mundial, podría decirse
Ciento cuarenta valientes se inscribiron en la carrera, que ya tenía nueva denominación más allá que siempre será recordada como “La Caracas”: “Gran Premio América del Sud. Saldrían adelante aquellos que habían ganado Grandes Premios, más atrás los vencedores de carreras, luego los que se adjudicaron alguna etapa y, al final, los entusiastas. El 1 fue para Juan Manuel Fangio y su Chevrolet, en tanto más atrás se encolumnaban con los dígitos siguientes tres Ford, los de Héctor Supici Sedes, Oscar Gálvez y Ernesto Blanco, quien no largaría la prueba. Posteriormente, Risati, Juan Gálvez y Musso aparecían también como candidatos, todos con Ford. La marca del óvalo era la de mayor representación, seguida de Chevrolet. La avenida Alvear ofició de parque cerrado antes de la largada, y pasadas las 22 se inició la contienda con Oscar y Fangio enfrascados en una lucha que, a simple vista, no resultaba lo ideal para empezar una competencia de más de 9000 kilómetros de recorrido. Claro que pocos sabían que ese ritmo infrnal del inicio respondía a una apuesta entre los dos “monstruos”: El “Aguilucho” se jugó a que, más allá de partir en la tercera posición, pasaría pimro por una estación de servicio en Pilar. El “Chueco” aceptó, y venía perdiendo pero en Don Torcuato superó a su rival y llegó primero a la estación, ganando el desafío particular. Luis Elís Sojit perdió la compostura en u relato, manifstando al aire que los dos pilotos “estaban locos”. No le faltaba razón.
Gálvez y Fangio se mantuvieron adelante en la primera etapa, con Onofre Marimón a sus espaldas. En La Carlota, Córdoba, el balcarceño sufre problemas de distribuidor y diferencial, lo que lo obliga a reparar. La punta era para el Ford, Marimón ahora era escolta y aparecía tercero Juan. ¿Fangio? Puesto 79 cuando resolvió lo problemas, lejos del liderato. Ya en teritorio boliviano, Oscar mantenía la punta seguido por Pablo Gulle, nuevo segundo ante el retraso de Marimón. Así ariban a Lima, donde Fangio ya aparecía entre los diez primeros en una recuperación notable aunque vuelve a quedar relegado por una ruda que se salió el Chevrolet. En Perú, el día de descanso sirvió para reparar y estar atentos a los rumores de golpe de estado en el país, algo que finalmente se concretó y tuvo ingerencia en la carrera: la noche previa al reinicio se les avisó a los pilotos que habría una revolución, por lo que debían largar a las 22. Con mucho nerviosismo e intranquilidad se relargó esa noche la disputa, signada por una espesa neblina que impedía totalmente la visibilidad. Gálvez aminora el ritmo porque su dínamo dejó de generar corriente, por lo que veía menos que el resto. Gulle tomó la punta tuvo problemas poco después. El peruano Alvarado ser coloca 1º, pero en un lomo de buro cae mal y termina fuera. Gálvez y Fangio iban uno detrás del otro, y al llegar a un pueblito con paredes blancas el reflejo de las luces en estas lo encadila y lo hace ir del camino, volcando y salvándose por estar estrenando en esa carrera la jaula de protección. Su acompañante Daniel Urrutia sale despedido del auto. Gálvez, que ve la escena, termina en un cañaveral. Juntos comienzan a buscar a Urrutia, que aparece a 20 metros del auto. Debieron esperar al amanecer para que los vieran, y fue Eusebio Marcilla quien se detuvo para trasladar al herido al hospital de Chicama, a 20 kilómetros del lugar del hecho. Marcilla quería quedarse en el hospital, pero el balcarceño le insistió para que siguiera. En el viaje, Fangio se había percatado que su copiloto tenía la nuca hundida. Daniel Urrutia fue el primer mártir de la prueba, en tanto que Fangio abandonó la misma. Oscar, recuperado del despiste, y su hrmano Juan eran 1-2 en la general. La revolución peruana y sus apremios habían dejado su triste marca en “La Caracas”.
En el tramo entre Guayaquil y Quito, correspondiente a la octava etapa, el duelo entre los hermanos Gálvez fue intenso, y así se mantuvo hasta restando poco para el destino final. Sin embargo, a 300 kilómetros de Venezuela, Juan pasó a Oscar, que tenía problemas de motor. Se detuvo y reparó el radiador, siendo superado por Víctor García, Marimón y Marcilla. No se preocupó demasiado, ya que su ventaja era amplia. Cuando retomó la carrera, se encontró a Juan olcado. Intentaron sacarlo de la zanja, pero no pudieron, por lo que el puntero se dirigió al primer pueblo para pedir un auxilio. Al volver al camino, Oscar se percató que el esfuerzo al querer sacar a su hermano de la zanja había hecho mella en el motor, por lo que junto a su acompañante Herrero debieron reparar, aunque no sería la última vez que lo harían: al llegar a Valencia una punta de eje fue lo que sucumbió, obligando a la tripulación a volver a trabajar en la unidad. En la entrada de Caracas, un fanático con un Buick ayudó a puro empujón a Gálvez a llegar al lugar de arribo, donde lo esperaba una multitud. Oscar subió al palco de control a sellar su carnet, por lo que su acompañante cruzó la meta al volante. Luego, la sorpresa…Al Ford le impidieron ir a parque cerrado, considerándoselo excluído por no curzar la línea de sentencia conducido por el piloto. Después de casi 10000 kilómetros y muchas peripecias, el brillante ganador era desclasificado por un hecho totalmente irrelevante. Domingo Marimón se consagraba vencedor, seguido de Marcilla y Juan. De los 138 que habían salido de Buenos Aires, sólo 42 estaban en Caracas y con una sensación extraña por lo sucedido a Urrutia y por el final, que consideraban injusto.
En la Lima-Buenos Aires Oscar tuvo su revancha. Ganó superando por gran margen a Rosendo Hernández y Daimo Bojanich, lueo de los retrasos de Juan, Marimón y Marcilla, a quienes supró anets que se detengan, La tragedia volvió a decir presente, con la muerte del uruguayo Supicci Sedes después de un error fatal: se detuvo a cargar nafta, se pasó del surtidor por no verlo entre el púlico, y al retomar un auto lo embistió violentamente provocándole esto heridas mortales. Cuarenta y tres autos llegaron a Buenos Aires, y todos sus tripulantes fueron recibidos por el General Domingo Perón, quien entregó trofeos y premios. Merced a su victoria en la vuelta, Oscar Gálvez es procalamado Campeón Argentino de Carretera, Marcilla, bautizado como el “Caballero del Camino” por su actitud para con Fangio, quedó segundo, y Marimón, sorpresivo ganador de “La Caracas”, tercero. Al también ganar el campeonato argentino de pista, el “Aguilucho” se proclama como rey absoluto del automovilismo argentino. Como tantas otras veces, Oscar se destacó por sobre el resto. Aunque, hablando puntualmente de la “Caracas”, todos y cada uno de los que largaron ganaron un título: el de héroes eternos.
miércoles, 11 de marzo de 2009
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