Desde 1977 y hasta 1989, la Fórmula 1 estuvo inmersa en la “era del turbo”, con motores que entregaban potencias abismales y autos que presentaban un clásico cubremotor redondo que confirmaba la presencia de un compresor. Y, como todas las transiciones técnicas, en la concerniente al turbo también hubo un pionero: Renault. La marca francesa presentó el primer auto turbocomprimido en 1977, generando una verdadera revolución que derivó en una categoría totalmente integrada por ese tipo de impulsores. A diferencia del Tyrrel P34 de seis ruedas de 1976, que no tuvo imitadores y terminó rápido, la “era del turbo” significó mucho en la vida de la F1, como también en la historia de la casa del rombo.
El Renault RS01 era un diseño bastante convencional desarrollado por Andre de Cortanze, con un motor V6 a 90 grados de 1500 cm3 de cilindrada y compresor, tal como lo permitía el reglamento de la época. Mientras los impulsores de 3000 cm3 alcanzaban una potencia de 500 Hp, el 01 igualaba esa marca con la mitad de la capacidad cúbica merced a la acción del turbo, pero curiosamente el auto no era competitivo en sus primeras presentaciones. El debut fue en Silverstone 77, sin poder en esa temporada terminar ninguna carrera, en tanto que en el 78 llegó al banderazo en 5 de 14, por lo que hasta ese momento eran pocos los que mantenían la fe en el turbocompresor. El motor no era confiable, principalmente por el exceso de temperatura, aunque las prestaciones en clasificación resultaban notables, lo que motivó a los ingenieros a seguir desarrollando el proyecto para demostrar que era el camino a seguir para la categoría.
Para 1979, en Renault desarrollaron un motor biturbo que erogó 520 caballos de fuerza, cifra esperanzadora. Esto, sumado a un buen trabajo en el chasis respondiendo a otra revolución, la aerodinámica, generó una buena expectativa sobre el modelo RS10, confiado a dos franceses con gran talento: René Arnoux y Jean Pierre Jabouille. En el GP de Francia, haciendo las veces de local, el equipo se lució con un 1-3 conformado por Jabouille y Arnoux, entre quienes se “coló” Gilles Villeneuve con su Ferrari y luego de un duelo épico con Arnoux. La confiabilidad todavía era un tema a resolver, y en definitiva siempre resultó el Talón de Aquiles del team galo, que tuvo su mejor temporada en 1983, ya en una F1 casi totalmente “comprimida”. Con Alain Prost como piloto logró 4 victorias, aunque la consistencia impidó dar pelea franca por la corona a Nelson Piquet y su Brabham-BMW. En 1985, Renault se retiró como equipo oficial y pasó a proveer motores a diferentes escuadras, entre las que se destacó Lotus, que tenía a Ayrton Senna en sus filas y le permitió al brasileño alcanzar su primer triunfo con un impulsor del “rombo”. La “era del turbo” tuvo un mentor, un pionero. Una marca a la que siempre le gustaron los desafíos, y que ha salido airosa de casi todos los que afrontó.
martes, 31 de marzo de 2009
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